Ya lo decía Shakespeare en el clásico Hamlet, aquello de «algo huele mal en Dinamarca». También es verdad que no es esta la primera película en la que vemos que la cabeza de los daneses no parece funcionar del todo bien (inciso con una anécdota personal: recuerdo haberme encontrado, en un viaje a Copenhague, un cartel en una tienda que rezaba algo así como «Turistas, no nos dejen solos con los daneses»), aunque quizás sea esta Nada (basada en una novela homónima de gran éxito) de las más enfermas, en las que más claramente se percibe esto.
Al poco de comenzar las clases, el adolescente Pierre Anthon declara una buena mañana que nada tiene sentido en la vida, se marcha del colegio y se sube a lo alto de un árbol, negándose a bajar de él. Ello provoca que sus compañeros entren en crisis, y como a medida que pasan los días, el chico sigue sin cambiar de opinión, el grupo de amigos decide reunir sus pertenencias más valiosas para demostrarle a Pierre Anthon que hay cosas que sí importan en la vida y convencerle para que baje del árbol. Pero pronto todo se les va de las manos y la situación se complica, viendo cómo la idea original va degenerando cada vez más.
Las sensaciones que deja Nada son complejas y van evolucionando a lo largo de la historia. A ratos puede resultar divertida, pero la sonrisa se congela pronto por lo perturbador que resulta lo que nos muestra y la crudeza de las actuaciones de estos jóvenes, que sin quererlo van sacando a la luz sus verdaderos yoes, cómo son en realidad. Y todo resulta muy turbio, muy perturbador, haciendo que el espectador se remueva incómodo ante las barbaridades que está observando, y cómo estas criaturitas sigan adelante, sin apenas escandalizarse. Aunque lo que quizás sea más terrorífico sea tener la consciencia de que este grupo son el futuro de nuestra sociedad.
También interesa ver el ambiente que les rodea, que está ahí de fondo (el profesor sin tacto que les obliga a cumplir un tramite a sabiendas de que es absurdo, la madre de uno de ellos que se acuesta a escondidas con el directos -que es el padre de otro-, el padre que pasa de la hija porque sigue perdido por la muerte de otro hijo menor…) y que inevitablemente ayuda (o no) a moldear su psique. También, el acto final, (diremos sólo, para no desvelar demasiado, ‘el tema del arte’). Sirve todo ello como crítica a una sociedad adormilada que no está pendiente de lo que debe estar, y en la que los principios se están desmoronando.
Es inevitable recordar a esa joya que es La ola (Dennis Gansel, 2008), viendo crecer la intensidad de los hechos y a estos adolescentes desbarrar cada vez más, pedirse mutuamente ofrendas cada vez más salvajes, desde símbolos nacionales a amputaciones o asesinatos, y el interés principal estriba en ver hasta dónde pueden llegar estos chicos perdidos y sin rumbo.
Es verdad que hay momentos en los que la historia resulta algo pretenciosa, y que diversas situaciones pueden ser incluso incongruentes, pero Nada nunca deja de ser interesante y, desde luego, no deja indiferente.

Dinamarca-Alemania, 2022 (87')
Título original: Intet. Dirección: Trine Piil, Seamus McNally. Producción: Thomas Lydholm, Janine Jackowski, Trine Piil, Mette Hesthaven, Jonas Dornbach, Maren Ade, Brenda Fingleton. Guion: Trine Piil, basado en la novela de Janne Teller. Fotografía: Bo Bilstrup. Música: Johan Caroe. Montaje: Morten Giese, Allan Funch. Intérpretes: Vivelill Søgaard Holm, Harald Kaiser Hermann, Maya Louise Skppper Gonzalez, Peter Gantzler, Mia Lerdam, Shahbaz Sarwar.