TIERRA FIRME

España, 2017 (111')
Director: Carlos Marqués-Marcet. Producción: Tono Folguera, Sergi Moreno, Sophie Venner. Guión: Carlos Marqués-Marcet, Jules Nurrish. Fotografía: Dagmar Weaver-Madsen. Montaje: Carlos Marqués-Marcet, David Gallart, Juliana Montañés. Intérpretes: Natalia Tena (Kat), Oona Chaplin (Eva), David Verdaguer (Roger), Geraldine Chaplin (Germaine), Lara Rossi (Jinx), Trevor White (Martin), Charlotte Atkinson (Susana), Philip Arditti (Farid), Meghan Treadway (Christine), Faith Edwards (Doctora).

Hace tres años, el catalán Carlos Marqués-Marcet debutaba en el largometraje con 10.000 km, una película pequeña, con apenas dos protagonistas (Natalia Tena y David Verdaguer, había más, pero todo el peso de la trama recaía sobre sus hombros) con la que demostraba un gran talento y sabiduría a la hora de tratar y mostrar las relaciones humanas en estos días. Gracias a ella, recogió multitud de premios, arrasando en el Festival de Cine Español de Málaga y en los Premios Gaudí, entre otros. Ahora regresa con esta deliciosa historia, que pasó (fue la cinta que lo inauguró) por el Sevilla European Film Festival llevándose el premio de la crítica andaluza (ASECAN), cuando, a todas luces, merecía bastante más.
Tierra firme nos muestra una fresca revisitación de una (especie de) comedia romántica, en la que se muestra la disparidad de las relaciones interpersonales de la actualidad, con diálogos brillantes que fluyen ágiles, y cuya historia funciona porque, aparte de un guión bien escrito, que es capaz de equilibrar el peso de los tres personajes principales, consigue tratar temas importantes y serios desde un punto de vista divertido (sin que por ello pierdan el peso que tienen).
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Tras la muerte de su gato, el reloj biológico de Eva resuena en su interior más fuerte que nunca, y el deseo de ser madre crece cada vez más. Entre otras cosas porque quiere que sus futuros hijos conozcan a su abuela («esta loca maravillosa»). Pero para Kat nada está más lejos de sus intenciones. Entre otras cosas porque ambas viven juntas en un barco en los canales de Londres. Entonces llega de visita Roger, el mejor amigo de Kat, y Eva le verá como un donante potencial. Y contra todo pronóstico, y para sopresa de Kat, Roger no parece pensar que sea mala idea.
La historia puede parecer conocida, así como los personajes, que, en una primera impresión parecen arquetipos de sobra conocidos. Pero la realidad es distinta. Las relaciones que se establecen entre los personajes son más complejas, y las reacciones y sentimientos que muestran no son los esperados.
Marqués-Marcet vuelve a contar con Natalia Tena y David Verdaguer (magníficos) que muestran una vez más una química impresionante en pantalla. Son amigos desde hace años, casi como hermanos, y se nota, eso no se finge, eso no se puede actuar. Pero quienes brillan de verdad son las Chaplin. Madre e hija, como en la vida real. Tanto Geraldine (en las escasas escenas que tiene) como Oona (especialmente ésta) iluminan la pantalla cada vez que aparecen, y la mirada del espectador se dirige hacia ellas aunque estén rodeadas de otros personajes, aunque estén al fondo del plano. Tienen tal poder hipnótico que Londres se vuelve luminosa hasta en el día más nublado.
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Aunque quizás en su último tramo la película decae un poco y se percibe cierto riesgo de naufragio, el buen hacer de director y el triplete protagonista (fantásticos todos ellos), logran salvar la situación, y el final (es verdad que predecible, pero no por ello menos carente de verdad) nos revela una cinta sensible, tierna y cargada de sutileza, pero a la vez divertida, real, dura en algunos momentos. Muestra de un director que nos va a dar muchas alegrías.