AMANTE POR UN DÍA

Francia, 2017. (76')
Título original: L'amant d'un jour. Director: Philippe Garrel. Producción: Saïd ben Saïd, Michel Merkt. Guion: Jean Claude Carrière, Caroline Deruas-Garrel, Philippe Garrel, Arlette Langmann. Fotografía: Renato Berta. Música: Jean-Louis Aubert. Montaje: François Gédigier. Intérpretes: Éric Caravaca (Gilles), Esther Garrel (Jeanne), Louise Chevillotte (Ariane), Paul Toucang (Matéo), Félix Kysyl (Stéphane), Michel Charrel (El dueño del bar), Nicolas Bridet (El profesor).

A pesar de su dilatada y prolífica carrera, en la que Philippe Garrel ha dirigido casi una treintena de películas, casi siempre en un sobrio (y hermosísimo) blanco y negro, en nuestro país apenas dos de ellas han sido estrenadas en salas. Lo cual es comprensible (visto el cine procedente del país vecino que triunfa aquí) a la vez que inconcebible (esto es cine de calidad).
Cierre de la trilogía que el director ha dedicado a la infidelidad (y los celos), tras La jalousie y L’ombre des femmes (que pudimos ver en la Sección Oficial del SEFF de 2015), Amante por un día comienza con una ruptura, dolorosa como todas, la que sufre Jeanne (una Esther Garrel que ‘debuta’ a las ordenes de su padre después de que durante otras cuatro películas fuese su hermano, Louis, el dirigido, y a la que hemos visto recientemente en la muy exitosa Call me by your name), y que le lleva a refugiarse en casa de su padre, profesor universitario. Nada más llegar, Jeanne descubre que su padre mantiene una relación con una alumna que tiene la misma edad que ella.
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Garrel, heredero de la Nouvelle Vague, que vuelve a usar (como en anteriores ocasiones) una voz omnisciente que hace de narradora, cede el protagonismo a los personajes, y son ellos tres, Éric Caravaca, Esther Garrel y una fabulosa e hipnótica Louise Chevillotte, los que dan vida, calor y dolor a unos personajes, a unas relaciones, que son universales, y que están muy presentes en la filmografía del director: el amor, el desamor, las relaciones paterno-filiales, siempre circundando su propia biografía, sus propias experiencias.
Amante por un día habla de relaciones padre-hija, de la complicidad (inesperada) entre las dos chicas, de problemas amorosos (querer morir, querer amar, querer desear, querer querer…), sobre los distintos modos de ver el amor, de sentirlo, de vivirlo… Con sus pasiones, sus pulsiones, sus secretos y confidencias. Y en definitiva, de lo efímero del amor eterno. Consigue así Garrel, una película hermosa, moderna en su clasicismo, tierna e íntima, sin dejar de lado (como, por otra parte, es habitual en él) asuntos políticos y ciertos debates intelectuales, que lejos de restar, suman y hacen crecer la película.