Espíritu sagrado
(Sección Oficial)

El debut en el largometraje de Chema García Ibarra, después de un puñado de cortos que han pasado por Cannes o Berlín, continúa moviéndose por el universo creado en sus obras anteriores, con atmósferas y sensaciones únicas a partir del día a día, mezclando lo sobrenatural con lo más cotidiano.
La muerte de Julio cae como un jarro de agua fría en la asociación de aficionados a los OVNIS que dirigía. Y golpea con más fuerza aún a José Manuel, uno de sus miembros. Ambos tenían un proyecto conjunto y secreto para cambiar el destino de la humanidad. Y ahora se ve obligado a seguir adelante solo. Mientras su sobrina de diez años sigue desaparecida y siendo carne de programas de televisión.
La película de García Ibarra resulta cuanto menos desconcertante. Su extraño humor, sus singulares personajes, sus insólitas situaciones, hacen que resulte difícil abordar una cinta como esta, que comienza como comedia, repleta de gags, y es muy divertida. Hasta que deja de serlo, ya que a mitad de metraje la trama se oscurece, y pasa a convertirse en algo muy turbio. Sin perder (no del todo) ese toque de humor que pasa a ser muy negro.
Espíritu sagrado es una obra inclasificable, mezcla bizarra de comedia, drama y ciencia-ficción, y de cine costumbrista (o mejor, quizás, cine de barrio en la acepción más explicita del término), en la que García Ibarra también critica a esa televisión que se dedica a hacer dinero de las desgracias ajenas, o a la parapsicología de baratillo (hay momentos gloriosos aquí), por poner un par de ejemplo.
Una cinta divertida la mayor de las veces, sobrecogedora otras, que desconcierta casi siempre, y que cierra con un plano maravilloso cargado de significado.

Espíritu sagrado (2021) - Filmaffinity
España-Francia-Turquía, 2021 (97')
Dirección y guion: Chema García Ibarra. Producción: Leire Apellaniz, Marina Perales Marhuenda, Miguel Molina, Xavier Rocher. Fotografía: Ion de Sosa. Montaje: Ana Pfaff. Intérpretes: Llum Arques, Nacho Fernández, Rocío Ibáñez, Joanna Valverde.

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La isla de Bergman
(Sección Oficial)

En el 2018, la parisina Mia Hansen-Løve pasó por la sección oficial del SEFF con Maya. En aquella ocasión decepcionó más que emocionó con una cinta fallida que parecía haberse quedado a medio hacer. La isla de Bergman, que tiene elementos en común con su predecesora, mejora aquella sensación, aunque el resultado sigue estando muy lejos de los mejores trabajos de la directora.
Aquí, Tony y Christina son un matrimonio de cineastas (él un veterano, y ella empezando en el mundillo) que se trasladan a la isla de Fårö, en Suecia, en la que Ingmar Bergman rodó gran parte de su filmografía y vivió muchos años, con la esperanza de encontrar la inspiración para crear sus nuevas obras.
La isla de Bergman se pasa media película recordando (y recorriendo) que esa es la isla de Bergman. Visitas al museo, explicaciones de guías, habitantes o trabajadores, de las zonas emblemáticas relacionadas con el director… Incluso cuando la pareja está a solas en casa, gran parte del tiempo se lo pasan hablando del tema. Y entonces comienza una segunda historia, que resulta ser la película que está escribiendo Christina. Ambas, inevitable y (muy) predeciblemente, se acaban uniendo en una parte final. El problema, otro más, es que ninguna de las dos partes tiene la fuerza suficiente. Da la sensación de que Hansen-Løve, una vez hastiada del asunto Bergman se queda sin nada más que contar, y añade otra historia distinta a la que únicamente tiene que cambiar la localización para que todo encaje con la primera parte.
Forma así un juego metafílmico y autoreferencial, en el que la película juega a ser ella misma vista desde fuera. Nada nuevo.

Francia-Bélgica-Alemania-Suecia-México, 2021 (112')
Título original: Bergman Island. Dirección y guion: Mia Hansen-Løve. Producción: Charles Gillibert, Erik Hemmendorff, Rodrigo Teixeira, Lisa Wodén. Fotografía: Denis Lenoir. Montaje: Marion Monnier. Intérpretes: Vicky Krieps, Tim Roth, Grace Delrue, Mia Wasikowska, Anders Daneilsen Lie, Hampus Nordenson, Clara Strauch.

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¿Qué vemos cuando miramos al cielo?
(Sección Oficial)

Aleksandre Koberidze se llevó el premio FIPRESCI de la crítica internacional en el último Festival de Berlín con esta atípica y deliciosa historia de amor, en la que, tras haberse encontrado varias veces en la calle, una joven pareja decide citarse en un bar. El problema es que, mágicamente, la noche anterior al encuentro ambos mutan su aspecto físico y, llegado el momento, son incapaces de reconocerse.
Es cierto que su tempo, su estilo de narración oral, puede echar hacia atrás a algunos. Pero si se le da una oportunidad a la cinta, el enamoramiento, como el de los protagonistas es inevitable. ¿Qué vemos cuando miramos al cielo? es una película mágica, extrañamente hipnótica, inevitablemente magnética y definitivamente deliciosa, en la que, con altas dosis de humor (hay juegos con el espectador -«cuando oigan la primera señal, cierren los ojos, con la segunda señal, vuelvan a abrirlos»-, perros que quedan para ir a un bar a ver el partido de la semana…) Koberidze utiliza la trama romántica como excusa para mostrar su amor por el cine (y en menor medida, pero también, por el futbol y la selección argentina). Algunos momentos estéticamente hermosos, escenas con mucha fuerza poética, acompañadas por un montaje de melodías e imágenes que te atrapan y no te sueltan.
Es una película imaginativa, una aventura romántica e irónica, de una belleza inmensa en la que, en sus dos horas y media, no hay ni un solo segundo de más. Maravillosa.

Alemania-Georgia, 2021 (150')
Título original: Ras vkhedavt, rodesac cas vukurebt? Dirección, guion y montaje: Aleksandre Koberidze. Producción: Mariam Shatberashvili. Fotografía: Faraz Fesharaki. Música: Giorgi Koberidze. Intérpretes: Giorgi Ambroladze, Oliko Barbakadze, Giorgi Bochorishvili, Irina Chelidze, Ani Karseladze, Vakhtang Panchulidze.

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Diarios de Otsoga
(Sección Oficial)

Rodada en un hermoso y granulado 16mm. durante el verano de 2020, con todo el equipo confinado en una casa en el campo, Diarios de Otsoga nos cuenta las vacaciones de verano de tres amigos, dos chicos y una chica, que durante el mes de agosto se entregan al placer de no hacer nada, bailan, construyen una jaula para mariposas, se bañan en la alberca, dejan que un membrillo madure al sol, bañan a los perros… hasta que los directores abren el plano y entran también en escena, convirtiendo este diario vacacional en un diario de rodaje, con las dificultades que la pandemia ha provocado para ello.
Narrada en orden inverso (de ahí que Agosto se convierta en Otsoga), los portugueses Gomes y Fazendeiro han creado una película inventiva, que refleja fielmente los efectos de la pandemia en el mundo del cine, a pesar de ser esta una cinta pequeña (imaginemos cómo sería en una superproducción con cientos de trabajadores). De carácter festivo y de divertimento, funciona más como experimento documental, sobre todo a partir de que los realizadores hacen acto de presencia, que como narrativa de ficción.
A diferencia de la anterior La isla de Bergman, esta historia autoreferencial, autoconsciente de ser lo que es, esta Diarios de Otsoga sí funciona como tal. Cine sobre el acto de hacer cine, película sobre el cómo se ha hecho esa misma película, falso documental sobre una ficción que trata un hecho real (la pandemia), que funciona a la perfección.

Portugal-Francia, 2021 (102')
Título original: Diários de Otsoga. Dirección: Maureen Fazendeiro, Miguel Gomes. Producción: Sandro Aguilar, João Miller Guerra, Filipa Reis, Luís Urbano. Guion: Maureen Fazendeiro, Miguel Gomes, Mariana Ricardo. Fotografía: Mário Castanheira. Montaje: Pedro Filipe Marques. Intérpretes: Crista Alfaiate, Carloto Cotta, João Nunes Monteiro.